- Juan Pablo Alvarado García
Una banda sembró el pánico con robos a viviendas
Hipótesis policial los relacionó en 121 casos.
El temor a que nuestra vivienda sea asaltada por ladrones sigue creciendo en el inconsciente colectivo, como una manifestación de la inseguridad ciudadana. Sin embargo, la realidad es que el número de robos a la propiedad privada ha bajado significativamente en comparación con el 2020 (520 casos menos en comparación); el número de asaltos con violencia en viviendas el año anterior fue de 505, mientras que los robos fueron 5708 casos en todo el país.

Esto se puede resumir en dos tipos de delitos. El robo con violencia es cuando los agresores aprovechan alguna vulnerabilidad como una puerta o portón abierto e ingresan al recinto sin importar quienes estén dentro, intimidan a las víctimas y en pocos minutos se llevan las cosas de valor.
En cuanto al robo oportunista o tacha a vivienda que es el más habitual a nivel mundial, en estos confluyen la facilidad de acceso, desocupación diurna y un tiempo de falta de intervención policial superior a 15 minutos. No requiere de una expectativa de botín conocida puesto que la facilidad del robo compensa cualquier recompensa por baja que esta sea.
El delincuente oportunista, es el que más abunda, prefiere robos sin violencia, de fácil acción, de baja sanción punitiva en caso de detención y no le importa tanto el botín puesto que sabe que en una vivienda “algo” de valor encontrará.
En ambas tipologías de robo, el daño emocional es elevado, pues durante meses y dependiendo de la capacidad emocional de recuperación de la familia, llega incluso a cambiar la bioquímica de las personas.

El hecho de que los delincuentes puedan franquear los límites de nuestro hogar para acceder a él nos indica lo frágiles que somos, aun en nuestro hogar, que solemos considerar como uno de los espacios más seguros de nuestra vida. Por eso, cuando atentan contra nuestra seguridad, cuando traspasan la barrera de nuestras cuatro paredes, tenemos un sentimiento de inseguridad mayor. Y ese sentimiento afecta de manera importante a todo lo que hacemos diariamente, pues incidirá en nuestras relaciones sociales y dañará nuestra estabilidad física y emocional.
Una banda que asaltaba en fiestas

Entre el 2005 y 2006 un grupo criminal integrado por al menos cuatro sujetos causó terror entre los habitantes de los cantones josefinos de Escazú, Curridabat, San Pedro de Montes de Oca, Guadalupe y San Francisco de Dos Ríos, debido a su forma de actuar violento a la hora de irrumpir en las viviendas.
Estos individuos se les apodo con el sobrenombre de los “asaltafiestas” por la forma de atacar; a diferencia de otros malhechores que buscaban casas vacías, ellos andaban detrás de unas en las que hubiera festejos o reuniones con varias personas. Les tenía sin cuidado que hubiera mucha gente porque era más bien lo que buscaban y eso les pasaría más tarde la factura.
Ellos se aprovechaban de estas situaciones porque donde había actividades sociales, había constante movimiento; es decir, las personas pasaban entrando y saliendo de las viviendas, la gente se confiaba y bajaba la guardia, lo cual era atractivo para estos delincuentes ya que los accesos al inmueble estaban abiertos.
Marconi Arburola, uno de los encargados de la investigación, recuerda que a esta banda se le relacionó a nivel policial con al menos 121 asaltos a viviendas en el periodo de un año y que cometían sus fechorías cada tres días.
“Casi me atrevo a decir que en los años que tengo en la policía judicial nunca había visto una cifra tan significativa; era sumamente alta para un delito como el asalto a viviendas y nos tenía alarmados”, señaló el investigador.
Algo que caracterizaba a los asaltantes era que escogían muy bien dónde ejecutar sus asaltos, principalmente en casas de clase media-alta y tenía cierta preferencia por las viviendas esquineras y esto no era por una ocurrencia.
“Les daban prioridad a esas casas porque les permitía estacionar el vehículo a la vuelta de la esquina, para así mantener control del movimiento de la periferia. Eran tres los que ingresaban a las casas, mientras que el conductor se quedaba en el carro para informarles si se acercaba alguien que le pudiera truncar el plan”, detalló Arburola.
El investigador recuerda que uno de los casos que más lo marcó durante esta investigación fue a mediados del 2005 en una casa localizada en el Alto de Guadalupe, en esa ocasión la pesadilla duró varios minutos, aunque pareció eterna.
En el lugar había entre 15 y 20 personas celebrando una actividad. Hasta ese momento el clima de festejo predominaba en la morada, pero los asaltantes no se amedrentaron por la cantidad de víctimas y con total tranquilidad irrumpieron con armas de fuego en mano; una vez dentro del inmueble, uno de los sospechosos obligó a una de las víctimas a practicarle sexo oral de una forma humillante delante de todos los presentes, situación que preocupó más a los agentes judiciales, y es que en muchos de los casos estos individuos agredían sexualmente a las mujeres que se encontraban dentro de los hogares con tocamientos indebidos.
Luego de meses de investigación el patrón se logró detallar durante la investigación, cómo era el modus operandi, horas, zonas, número de delincuentes y el medio como se movilizaban. La participación de las víctimas en la investigación fue vital para identificar y detener a los sospechosos.
Sobrenombre fue vital para la investigación
“Rata, al que se mueva quémelo o Rata, ¿qué hacemos?; Rata esto, Rata lo otro”, además el vocabulario que utilizaban siempre fue muy particular”, recordó Arburola.
La descripción física que las víctimas dieron de los requeridos también fue fundamental. La mayoría de los afectados recordaba una característica muy particular del líder.
En las diferentes entrevistas que realizaron los agentes judiciales, lograron recopilar testimonios sobre las apariencias de los sospechosos y es que uno de los supuestos ladrones lo describían de una estatura baja, con cara demacrada, orejas largas y que su rostro se asemejaba a un “duende”.
“Los testigos mencionaron que su cara y peculiaridades eran difíciles de olvidar, sobre todo porque su comportamiento agresivo durante el hecho mantuvo la atención de las víctimas”, comentó Marconi Arburola.
Estas descripciones físicas permitieron que los investigadores pudieran individualizar al principal sospechoso con los apellidos Gómez Carvajal de 28 años de edad y vecino del sector de Cristo Rey en San José, también, se pudo determinar que normalmente se juntaba con un individuo de apellido Delgado Chinchilla de 20 años de edad y quienes los testigos reconocieron porque tenía marcas de acné en su rostro.
El tercer requerido por las autoridades de apellido Fonolla Obregón de 25 años de edad, pudo ser vinculado con el grupo criminal luego que una víctima de violación lo reconociera.
OIJ desarticula banda asaltafiestas

Durante cuatro allanamientos en el distrito de Cristo Rey, y en la ciudadela López Mateos, en San Sebastián, ambos lugares al sur de San José, el miércoles 6 de setiembre del 2006, un día después del robo a una vivienda en José María Zeledón en Curridabat, se logró la detención de los cuatro sujetos y decomisar objetos robados de las viviendas.

En su momento Francisco Segura, quien fungía como director general interino del OIJ, aseguró a los medios de comunicación que los individuos se caracterizaban por actuar de una manera muy violenta y por hacerlo siempre durante las noches. Escogían residencias de lujo donde se estaba realizando alguna fiesta.
“Los individuos siempre usaron armas de fuego y lanzaron fuertes amenazas a las víctimas. Asimismo, se apoderaban de electrodomésticos como televisores, DVD, equipos de sonido, cámaras fotográficas y otros artículos de valor; los sujetos despojaban de las pertenencias a quienes estaban en las casas”, manifestó Segura.

Finalmente, el 29 de agosto del 2008 el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de San José condenó a la banda de los “asaltafiestas”.
Gómez Carvajal, fue sentenciado a 65 años de cárcel; sin embargo, la pena fue readecuada a 21 años.
Delgado Chinchilla recibió una condena de 40 años de prisión, pero la pena también fue readecuada a 18 años.

Fonolla Obregón fue sentenciado a 16 años de prisión, además encontrado responsable de un delito de violación.
Por su parte el supuesto chofer del vehículo que usaba la banda para movilizarse fue absuelto porque no fue posible obtener evidencias para ligarlo con los asaltos.