- Juan Pablo Alvarado García
Evolución de los homicidios en Costa Rica en los últimos 10 años
En los últimos 10 años los asesinatos no sólo han aumentado, sino que también han mutado respecto de los móviles y modalidades. Si en la década del 2000 al 2010 se evidenciaban principalmente asesinatos con armas blancas en contexto de riñas y consumo de alcohol, ahora lo que predomina es el uso de armas de fuego para demostrar poderío.

Alrededor de las 05.35 p.m. del lunes 19 de diciembre del 2022, al parecer dos sujetos a bordo de una motocicleta, esperaron el momento indicado para acribillar a sus objetivos que se movilizaban en un vehículo sobre la calle principal de La Colina en Tirrases de Curridabat; en el carro viajaban un sujeto de 57 años, y a su lado iba un hombre de 30 años de edad.

El más joven murió en el lugar y el otro sujeto falleció en el Hospital Calderón Guardia. Los disparos fueron hechos con arma calibre punto 40.
Lo ocurrido constituye un hecho que no es aislado. Un par de días atrás se dio una balacera en Dos Cercas de Desamparados, a plena luz del día.

Cuatro personas resultaron heridas, dos niñas de 5 y 7 años estaban jugando en el balcón de una casa y producto de estos disparos fueron impactadas, mientras que dos personas más que transitaba por vía pública fueron víctimas de impactos de las balas. Una de esas impactó la cabeza de una señora de 80 años quien falleció en la clínica Marcial Fallas; por su parte un masculino que se encontraba cerca resultó herido.
El país terminó el año 2022 con 656 homicidios, lo que representa un incremento del 11,56% respecto a 2021. Estas cifras fijan la tasa en 12,6 por cada 100.000 habitantes, la más alta en la historia desde que se tienen datos estadísticos.

Entre 2012 y 2022 se registra un aumento sostenido de los homicidios a nivel nacional. De 407 en 2012, se pasó a 654 casos en 2022, lo cual representa un aumento porcentual del 37%. Y si bien en 2019 y 2020 los números se mantuvieron muy similares, con una cifra de 564 y 570 respectivamente, para las autoridades están en alerta ante un fenómeno que preocupa más que nunca.
Esto, porque se trata de un delito que ha evolucionado bruscamente, y que, si antes se podían advertir claras motivaciones por parte de los victimarios, ahora no, convirtiéndose el escenario en algo muchísimo más difuso que les ha jugado en contra a las indagaciones.
Como evidencia, Javier Quesada Quesada, quien fuese Investigador de homicidios 1995 a 2008, y jefe de la Sección de Homicidios (2010 - 2014) del Departamento de Investigaciones Criminales (DICR), el cambio no ha sido de la noche a la mañana, sino que en un lapso aproximado de una década. “El delito de homicidio en el país ha venido variando, tanto en su modalidad como también en las motivaciones y en la violencia empleada, va en crecimiento porque estructuras criminales principalmente de narcotráfico se ha venido incrementando.

En épocas anteriores, como los 90´s y 2000, se atendían homicidios en cantidad importante, pero no con la magnitud de materialización como los actuales. No quiere decir que antes los homicidios eran fáciles de resolver, por supuesto que no, pero la cantidad y forma era distinta, la motivación, por ejemplo. Este delito estaba vinculado principalmente a temas de delincuencia común, asociado al consumo de alcohol, drogas, riñas, o motivaciones diferentes, pasionales, robos de vivienda, entre otros como asaltos. Temas de convivencia. Veíamos, por tanto, que existía una relación de conocimiento entre víctima y victimario. La mayoría en sitios cerrados lo que hacía muy difícil su esclarecimiento, pese a ello se resolvían en importante porcentaje. Del año 2003 en adelante se presenta una modalidad distinta en la ejecución de este delito, y hasta el 2014 que estuve en esa labor, se venía dando un crecimiento de casos, principalmente por ganar espacio en zonas geográficas y disputa de terrenos entre grupos criminales, es así como transitamos a lo que actualmente estamos viendo, casos donde aparece la brecha del imputado desconocido, lo que viene a cambiar la dinámica en la cual se generan los hechos, esto incide en las investigaciones y en los factores de resolución, no obsta indicar que pese a ello la policía actualmente resuelve un porcentaje de homicidios de excelente calidad”, asegura.
Si bien los homicidios en contexto de delincuencia común siguen ocurriendo, el grueso de los casos ahora está asociado a bandas organizadas, las cuales en la perpetración de sus delitos emplean un mayor grado de violencia, y que no necesariamente tiene definidas sus motivaciones para asesinar a otro.
El subdirector a.i. del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Michael Soto Rojas, explica: “a partir del 2014 a la fecha empezó una evolución del delito, pasando del “homicidio tradicional” a hechos con armas de fuego y, principalmente, por “ajuste de cuentas”. De hecho, alrededor del 65% de los homicidios está ligado a esta causa.

Tras el pasar de los años, al haber un aumento de homicidios y un mayor uso de armas de fuego, el fenómeno que está detrás tiene que ver concretamente con el tráfico de drogas y con delitos contra la propiedad, que son, en el fondo, enfrentamientos no entre personas particulares, sino que son entre bandas rivales.
El porqué
Para López y Gómez Calderón, el narcomenudeo «consiste en la venta de dosis personales y de aprovisionamiento» (2017, 231), mientras que el narcotráfico está compuesto por: «producción, distribución, comercialización y capital circulante» (López y Gómez Calderón, 31). Dicha definición permite diferenciar el narcomenudeo del narcotráfico y entender que este último no se reduce únicamente a la venta de drogas.
Soto asegura que: “la variación que han mostrado los homicidios en la última década, ciertamente incide en la proliferación del crimen organizado, no específicamente se deben ni a microtráfico ni grandes organizaciones ligadas al tráfico internacional, sino más bien a un “tráfico barrial”, un segmento intermedio”. Aquello genera que bandas se enfrenten por el control territorial, demostración de poder de fuego o simplemente rencillas entre ellas.

Estos grupos requieren de acciones para “posicionarse” y no perder espacio frente a “rivales”, por lo que irrumpen en la esfera pública con hechos que causan temor en la población, como los homicidios.
El Director General interino del OIJ, Randall Zúñiga López, manifestó que un 93% de las víctimas en el año más violento (2022) corresponde a hombres y que el principal móvil de los crímenes fue el "ajuste de cuentas" por narcotráfico.
“La mayoría de las víctimas de homicidios son personas con antecedentes criminales y que las autoridades relacionan con grupos narcotraficantes que se disputan territorios o incluso son personas involucradas en pugnas dentro de las mismas bandas criminales”, agregó Zúñiga.
A eso, Michael Soto, le suma los efectos negativos de la globalización, pues al tener mayor acceso a información de lo que ocurre en otros países, los delincuentes en territorio nacional han ido “aprendiendo” nuevas técnicas y las han incorporado en su actuar. Y lo mismo ocurre producto del aumento de la migración irregular, aunque en una menor escala. Como sostiene, entre quienes han ingresado por pasos no habilitados legalmente, también hay personas que vienen a delinquir y que arrastran comportamientos más violentos.

Un factor que no se puede pasar por alto, de acuerdo con lo que expone el subdirector de la policía judicial, es que también se observa que sujetos que están tras los homicidios son jóvenes de entre 18 a 30 años de edad con niveles de escolaridad baja e inclusive participan menores de edad, por lo que también esa sería una situación que incide en la ocurrencia de este ilícito.
Costas más violentas
Las principales afectaciones están en las costas, esto debido a que Limón y Puntarenas, dos zonas portuarias, agrupan la mayor parte de los homicidios en la última década. La problemática de la zona Caribe ha venido aumentando consecutivamente en los últimos años y tiene que ver con una cantidad importante de las disputas de territorio.
La principal razón es la lucha por el control de las rutas de comercio que se da entre los grupos limonenses que transportan marihuana desde Jamaica hacia las costas caribeña costarricense, los cuales son mucho menos organizados que aquellos grupos delictivos que se dedican al tráfico de cocaína, lo que ha generado guerras por el control de los territorios urbanos vulnerables, que se dan principalmente entre los grupos que se dedican al narcomenudeo. (Calderón Umaña, 2013)

En cuanto al Pacífico, Puntarenas, está con números significativos con respecto a años anteriores. La mayoría de estos eventos están situados en zonas urbano marginales, donde el crimen organizado local se ha posicionado y colateralmente generan violencia por la pugna de territorios.
Soto comenta, que a partir de la última década, en los barrios marcados por altos niveles de exclusión social, se ha verificado un aumento del narcomenudeo y, en consecuencia, también de la violencia a este relacionada; dicha transformación se debe en parte al aumento de droga que empezó a circular en las comunidades vulnerables y, se podría suponer que el aumento del narcomenudeo coincidió con la evolución de pandillas juveniles hacia formas más organizadas de bandas criminales.
Por su parte Warren Campos Monge, jefe actual de la Sección de Estupefacientes del DICR, hace mención a que el “narcomenudeo” o “tráfico barrial” se da con mayor frecuencia en San José y el Valle Central debido a que es donde se alberga la mayoría de habitantes del país, por ende, existe un mayor consumo de drogas y por esa razón es tan lucrativo para las organizaciones criminales.
A su vez agrega: “en los últimos años, se han desarticulado importantes bandas que ejercían el control de las plazas de distribución, por lo que se ha facilitado la formación de grupos armados que ejercen formas de control territorial en zonas urbano-marginalizadas”.
Repercusión en investigaciones
El cambio, como se advierte, ha tenido un evidente impacto en las investigaciones, pues como se ha dicho, los casos no sólo aumentan. Dado que en muchas de las ocasiones no hay una motivación evidente ni vínculo entre víctima y victimario.
Soto explica: “lo que ocurre con los homicidios, tal cual está ocurriendo ahora, por las organizaciones, en el empleo del uso de armas, repercute en las investigaciones, por lo que se han vuelto mucho más complejas de lo que antiguamente ocurría, que era hecho conocido, por lo tanto, a través de testigos, incluso el propio imputado confesaba de inmediato el hecho y una causa estaba clara en cuestión de días”.

Actualmente se hace más difícil ubicar a los responsables, porque, además, también crece el número de sujetos vinculados a un hecho, y como la composición de las bandas ha pasado de una integración “familiar” a una más bien por “conveniencia”, pues se agrupan de acuerdo a las necesidades del clan, agregó.
Los efectos
A pesar de todo esto, Costa Rica sigue siendo el país más pacífico de la región, llegando al lugar 38 de 183 en el Índice de la Paz 2022, del Instituto para la Economía y la Paz, pero en realidad esto podría cambiar de mantenerse las preocupantes tendencias que se observan en el último tiempo.
“El tema de los homicidios se nos está yendo de las manos. Se está pareciendo a algo que no se parece a Costa Rica”, fueron las palabras del Presidente de la República, Rodrigo Chaves Robles, en una reunión que sostuvo a mediados del año anterior con los presidentes de los otros poderes.

Es comprensible que en la población se vaya propagando una sensación de temor e impotencia frente a estos hechos, lo cual ya no solo se explica por las repercusiones mediáticas de este grave delito, sino que las propias autoridades así también lo han reconocido.
Tanto su incremento como el nivel de violencia asociado con armas de fuego y prácticas propias del sicariato, están no solo impactando en los niveles de temor de la población.
El subdirector del OIJ, ha señalado que, hasta la cifra de homicidios del 2022, se considera como “altísima”, señalando que se están alcanzando niveles mayores a los asesinatos registrados en el año anterior, y de mantenerse las tendencias observadas hasta ahora, es posible que en 2023 la cantidad sea superada.
Bibliografía
López, Leonardo Raffo y Diego Gómez Calderón. 2017. «Redes criminales y corrupción en la era del microtráfico y el narcomenudeo». Revista de Economía Institucional.
Calderón Umaña, Rodolfo. 2013. «Proposiciones analíticas para el estudio de la violencia en Centroamérica: una mirada desde la exclusión social». Revista Digital de La Maestría En Ciencias Penales. 0: 199-226. http://www.revistas.ucr.ac.cr/index.php/RDMCP/article/view/12443