- Marisel Rodríguez Solís
Cuatro casos que impactaron al país años atrás
Décadas atrás y hasta hace 10 años, los casos de investigación de gran envergadura eran menos frecuentes. Hoy día, la criminalidad organizada ha hecho que estos casos se vean como “más comunes”. Pero vale la pena recordar esos casos que impactaron a nuestro país décadas atrás.
El Organismo de Investigación Judicial ha investigado infinita cantidad de casos desde su creación. Pero como es lógico, algunos casos han sido más mediáticos que otros; muchos de ellos resueltos exitosamente, aunque otros no.
Lo cierto es que, a continuación queremos que la persona lectora haga un recorrido por la historia de la institución, tomando como referencia un caso por década, durante las primeras cuatro décadas de la institución, los cuales marcaron su trayectoria, ya que fueron casos resueltos exitosamente y pusieron a prueba la astucia de las y los investigadores que los atendieron.
Inicio del OIJ, los años 70´s: El caso de Yorleny Castro Sequeira fue el primer secuestro atendido por el OIJ

Fue el viernes 27 de junio de 1975. Yorleny Castro Sequeira, una niña de tan sólo nueve años de edad fue secuestrada mientras caminaba de su casa en Barrio Escalante, hacia la Escuela México en Barrio Aranjuez, donde cursaba el noveno grado de escuela. Vestía ese día un vestido color amarillo, y en su cabello una cinta del mismo color. “…Sólo tenía que cruzar la calle y ya llegaba a la escuela, iba a la fiesta de la alegría de vacaciones de medio año…” argumentó doña Yorleny. En su declaración ante el Tribunal la niña, en aquel entonces, dijo que casi frente a la escuela estaba un vehículo que fue el que la interceptó para llevársela.
En su memoria todavía está el recuerdo de ese momento, en que al menos tres sujetos llegaron en “un carro grande”, color blanco y con techo negro. Los sujetos le dijeron que fueran a la Cruz Roja a recoger unos premios. “…Como era una niña que participaba en la Cruz Roja, eso me sonó normal, pensé que era verdad y me subí al vehículo…”. Pero cuando pasaron por la Cruz Roja de Calle Blancos y el vehículo siguió su curso, presintió que algo estaba mal. Luego, en las inmediaciones de Cinco Esquinas de Tibás le pusieron una “capucha” y de ahí en adelante, no supo por dónde iban.
Su cautiverio fue de seis días, y así nació la historia del primer secuestro atendido por el OIJ. La niña fue liberada seis días después en Heredia. La casa donde estuvo secuestrada se encontraba detrás del Estadio de esa provincia. “… Cuando me llevaron al reconocimiento de la casa, la reconocí por el piso, era muy particular, de mosaico rojo con negro y blanco…yo no vi el resto de la casa, sólo el cuarto donde me tenían a mí…”
La investigación

Gerardo Láscarez fue uno de los agentes que atendió el caso. Cuenta Láscarez, ahora jubilado, que la Dirección de Investigaciones Criminales (DIC) fue la entidad que inició la investigación. Esto porque el OIJ todavía no contaba con una Sección o Unidad que se dedicara a ese tipo de investigaciones. “…Era una institución muy reciente y el proceso de cambio para que el OIJ investigara todos los delitos iba a tardar dos años desde que inició labores…” argumentó. Sin embargo, la DIC pidió asesoría a expertos de la policía colombiana, ya que se presumía que los sospechosos eran de esa nacionalidad. Luego de esto, se solicitó la intervención del OIJ en el caso.
El Juez Francisco Arguedas Troyo, encargado del caso, fue quien solicitó al entonces director del OIJ Eduardo Aguilar Bloise, que la institución se hiciera cargo de investigar el secuestro.
Fue así como los entonces agentes, Gerardo Láscarez y José Luis López, iniciaron con el proceso de investigación. “En esa época podíamos interrogar a los sospechosos… nos encontramos con un delincuente, que era informante nuestro, le llamaban “Loco” quien nos contó sobre el caso y quiénes eran los sospechosos…”

Según la investigación, los sujetos pretendían que el padre de Yorleny les pagara inicialmente seis millones de colones, luego bajaron la suma a tres millones. El papá de la niña era comerciante, y al parecer, una persona allegada a los sospechosos era clienta del señor.
Con la información obtenida, los investigadores iniciaron el proceso de búsqueda de evidencia. Entrevistaron a múltiples personas que tenían información del caso, como una pareja que había visto el momento del secuestro, y quienes pudieron relatar cómo era el vehículo donde la secuestraron.

“…Varios vecinos dijeron después que en varias ocasiones habían visto ese vehículo transitando por la escuela México…” manifestó doña Yorleny.
Lo cierto es que, con los testimonios de varias personas, y algunas descripciones, se logró vincular a Felix María Araya Arias, alias Gato Felix y Luis Roberto Sandí Rapso, alias Macho Rapso con el caso.
Gato Felix ya estaba en prisión, por un delito de robo, y a Macho Rapso lo detuvieron en las cercanías de Barrio Córdoba. Estos sujetos eran conocidos por la policía por robos a diferentes comercios de la época. En su modo de actuar, normalmente se introducían en el comercio por las noches y rompían las cajas fuertes para robar su dinero.
Yorleny logró el reconocimiento de Gato Felix por la cicatriz en su rostro, así como el color claro de sus ojos. Según Láscarez ese reconocimiento fue prueba fundamental para encausar al sujeto.
A Gato Felix lo condenaron a ocho años de prisión y a Macho Rapso a ocho años y seis meses por el delito de Secuestro Extorsivo, en perjuicio de Yorleny Castro Sequeira.
Los años 80´s: Una familia que sembró el terror en un país de paz

“La Familia”, así se les conoció a estos miembros de izquierda revolucionaria de Costa Rica a inicios de los años 80´s. Este grupo tuvo una duración muy corta.
Integrada por más de 20 personas la mayoría universitarios, nunca tuvo nombre oficial pues "La Familia" era el nombre clave que le daban los integrantes de esta célula pero, por su uso entre los medios y la policía, se popularizó entre la gente.
Dicha banda fue detenida a consecuencia de un hecho sangriento ocurrido el 12 de junio de 1981, donde los miembros dispararon a varios policías cuando estos los vieron en actitud sospechosa, quitándole la placa a un auto presuntamente robado. El saldo fueron cinco personas fallecidas, entre ellos tres policías, un taxista y un miembro del comando. Además se dio la detención de la principal cabecilla del grupo, Viviana Gallardo, de 18 años de edad y quién falleciera semanas después a manos de un guardia en la celda donde se encontraba retenida.
Como operaban
Esta célula operó por muy poco tiempo. Lograron tener contactos con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador y con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua. Esta organización, al parecer, lo que pretendían era desestabilizar a Costa Rica formando guerrillas. Como no lograron su objetivo se presume que comenzaron a hacer recuperaciones, cometer estafas, asaltos e imponer actos terroristas.

Además, al parecer, esta organización recibía dineros y asesoramiento de suramericanos para operar. Dichas personas de nacionalidad uruguaya y con ideas marxistas se establecieron clandestinamente en Costa Rica.
Se dieron varias operaciones terroristas que se le atribuyeron a la misma célula, entre ellos el atentado a unos marines estadounidenses denominado, “Águila” el ataque a la Embajada de Honduras llamado, “Vieja” y el último y fallido ataque llamado, “Guaro” el cual iba a ser perpetrado el 12 de junio de 1981.
Investigaciones
El Licenciado Rafael Brenes, quién siendo investigador del OIJ llevó el caso, dijo que estos hechos les tomó por sorpresa. Apenas se comenzaba a trabajar en el Organismo y fue algo muy fuerte en aquellos años. Las pistas eran pocas, y se daban muchas llamadas falsas sobre el caso.

Luego de la operación trágica y fallida ocurrida en Guadalupe, la policía Judicial atrapó a la líder principal del grupo, Viviana Gallardo. Las investigaciones se basaron en la búsqueda de los otros miembros que participaron en el ataque contra los policías. Durante toda la investigación se allanaron un total de cinco “casas de seguridad”, estas funcionaban como un lugar de reunión por parte de los integrantes de La Familia y donde guardaban sus armas. Se decomisaron cuatro ametralladoras, 12 bombas incendiarias de fabricación casera, 12 revólveres, municiones, pelucas y granadas de fragmentación.
Con el arresto de varios sujetos involucrados, los agentes judiciales tuvieron una investigación más clara del caso. En declaraciones hechas por los miembros aseguraron que su objetivo no era atacar a la policía, y que cuando se daban enfrentamientos con particulares, la orden era tratar de persuadirlos para que se retiraran del sitio, de lo contrario les disparaban a los pies y los dejaban boca abajo.
Otro objetivo fue impulsar una guerra popular prolongada hacia la toma del poder, y la construcción del socialismo y destrucción del Estado Burgués, esto conforme a las particularidades históricas sociales y económicas.
A raíz de esta investigación la policía ya tenía claro el actuar y los objetivos de este comando. Además de la existencia en Costa Rica de una red terrorista de ultraizquierda.
Resolución

Mientras los distintos miembros de la célula eran puestos a la orden de varios jueces, y se tenía claro el actuar de la banda, ocurrió el asesinato de Gallardo, perpetrado por un policía de la Primera Comisaría. El hecho tomó por sorpresa a las autoridades.
Con la muerte de Viviana el caso tomó otro norte en cuanto a su resolución. El policía quién le dio muerte, Cabo José Manuel Bolaños, fue enjuiciado por el asesinato, mientras que los otros miembros de la célula también recibieron juicio por pertenecer a este comando. Los actos terroristas cesaron luego de la disolución de este grupo.
Como consecuencia de estos actos terroristas, se creó por parte del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la Sección de Asuntos Especiales, la cual servía como cuerpo de “inteligencia”, y uno de sus objetivos era analizar, evaluar y clasificar información relativa a movimientos clandestinos, en este caso los ataques terroristas ocurridos en 1981.
Los años 90´s: Una huella imborrable

En la década de los 90, la seguridad bancaria se vio intimidada por varios asaltos a bancos. Los sujetos sembraron terror al pueblo costarricense, lo que produjo una gran tarea investigativa para los agentes del OIJ que llevaron el caso.
Fueron seis meses donde cada semana ocurría un asalto a una entidad bancaria diferente, su modo de operar era muy violento, no les importaba matar con tal de conseguir su objetivo. Los integrantes eran de nacionalidad venezolana, Juan José Avendaño Aular, Luis Enrique Martínez Ojeda, Oswaldo José Martínez Ojeda y Abel Rodríguez Rangel; este último huyo del país antes de la captura de los otros miembros. De este sujeto, las autoridades judiciales nunca tuvieron más información.
Como operaban
Estos sujetos entraban violentamente a los establecimientos vistiendo ropa extraña de tipo camuflaje militar, de color negro y botas de una marca no vendida en Costa Rica. Entraban en silencio, sin hablar más que lo necesario; no decían palabras fuertes o vulgares y una vez dentro del banco se dirigían a la bóveda donde estaba el dinero, este lo sustraían con la ayuda de un empleado bancario que estaba bajo amenaza en ese momento y se llevaban grandes sumas en bolsas y maletines. Luego huían en vehículos, al parecer robados a personas profesionales o con poder adquisitivo. Al final utilizaban vehículos rentados.
Investigaciones
Para el investigador de aquel entonces el Lic. Guillermo Benavides, los indicios que habían y las versiones de los primeros asaltos eran muy confusos, entre rumores y datos que no coincidían. Los primeros pasos para la investigación realizada por los agentes judiciales fue determinar la manera en cómo actuaban.
Se comparó diferentes asaltos cometidos por delincuentes costarricenses antes de 1993, y los perpetrados por estas personas, y se halló una gran diferencia, una de ellas fue la manera de actuar y de vestir.

En cada investigación e indicios recopilados por las autoridades, se fueron dando nuevas pistas para resolver el caso. Por ejemplo, luego de varios asaltos la policía notó que no eran dos hombres sino cuatro, según las versiones de testigos. Una de las puertas dentro de un banco, la cual fue derribada por uno de los sujetos, mostraba una huella de zapato, esto fue importante para la investigación del propio agente Benavides, ya que la marca de fabricación del calzado no era común en Costa Rica.
Tras varios asaltos los investigadores sospecharon que los sujetos eran extranjeros, que tenían adiestramiento militar y vivían cerca de la zona donde operaban entre Escazú y Rohrmoser. Además, eran de clase alta y no se relacionaban con delincuentes nacionales.
Se realizó una vigilancia discreta con mapeo, ya que se creía que iban a seguir operando en la zona, además se contó con 25 agentes más del OIJ, para vigilar los alrededores de los sitios donde operaban.

Al día siguiente en que se cometió el último asalto, dos sujetos llegaron a un banco ubicado en Sabana Norte con un maletín lleno de dinero y pidieron que se lo cambiaran a dólares. Esto causó curiosidad al empleado, quien comentó a los agentes judiciales que estaban de encubiertos frente al banco, que tenían unos clientes los cuales llegaban a cambiar dinero nacional por dólares.
En un renta car al cual los agentes llegaron por medio de la descripción de placa dada por el empleado del banco donde los sospechosos fueron a cambiar una gran suma de dinero de colones a dólares, una empleada les dijo a los agentes que se trataba de ingenieros venezolanos, “…eran clientes frecuentes y personas muy amables…” mencionó la dependiente. Según el investigador Benavides la joven comentó que era extraño ver que siempre los vehículos llegaban sucios de vuelta y con la placa debajo de la alfombra, dentro del vehículo.
Como parte de la entrevista, la mujer comentó que el último vehículo rentado había llegado con barro arcilloso por debajo, lo cual fue muy particular del último golpe perpetrado por estos sujetos, en el Peaje a Naranjo, donde asaltaron un camión remesero, y falleció como víctima un custodio. En este asalto sustrajeron una gran cantidad de dinero, “…fue uno de los asaltos más millonarios de la época…” argumentó Benavides.
Al revisar los contratos, se mostraron tres pasaportes venezolanos, por lo que un agente se hizo pasar por empleado del renta car y esperó a que llegara el sospechoso a devolver un auto que había sido rentado. Ese día no se logró la detención de ninguno de los sospechosos.
El dueño del lugar dijo a las autoridades que una vez un sujeto lo llevó a la casa para pagarle la renta de un vehículo, ya que la tarjeta que portaba no sirvió. Fue así como los agentes acompañaron al gerente quién los llevó hasta la vivienda.
Al saber dónde vivían Benavides intuyó que los sujetos investigados podrían salir del país, sobre todo por el cambio de dólares en el banco antes citado y los movimientos migratorios, ya que después de cada asalto uno o dos sujetos salían con rumbo a México donde llevaban el dinero sustraído en Costa Rica.
Las bolsas de basura que estaban afuera de la casa sospechosa, fue un punto clave para la resolución del caso. En las bolsas encontraron varios tiquetes de peaje del día en que perpetraron el asalto cerca del Peaje a Naranjo.
Con un vigilante disfrazado afuera de la vivienda y los agentes en otra casa a pocos metros de esta, empezaron el plan de captura y culminación del caso. Los sospechosos fueron capturados a 400 metros de donde vivían. Al detenerlos iban bien vestidos, llevando consigo 60 mil dólares y se dirigían rumbo al aeropuerto.

En la casa se decomisaron tres armas AK-47 con las que cometían los robos, varios millones de colones, bigotes postizos, las armas de los guardias que fallecieron en dos de los asaltos perpetrados, así como granadas y varios tipos de bombas.
Fue así como se llegó a desarticular esta banda, la cual generó temor al pueblo costarricense. Nunca se llevó a cabo un juicio ya que los llamados “asaltabancos venezolanos”, fueron sacados del país días después, sin enfrentar a la justicia costarricense. Al ser llevados de nuevo a su país de origen, se les enjuició por los delitos de robo cometidos en su país (Venezuela) y años después dos de los asaltantes, los hermanos Martínez Ojeda, murieron al intentar escapar de la cárcel de máxima seguridad en Venezuela, mientras que Juan José Avendaño Aular, murió víctima del Dengue.
Llegamos al Siglo XXI: El caso del homicidio del periodista Parmenio Medina Pérez

Fue el sábado 7 de julio de 2001 cuando el periodista Parmenio Medina Pérez, de nacionalidad colombiano, y director por casi 30 años del programa radiofónico “La Patada”, murió víctima de varios impactos propinados con arma de fuego, por sicarios contratados para acabar con su vida.
Según la investigación, la información que Medina tenía en su poder sobre algunos actos de corrupción cometidos por el sacerdote Minor Calvo y el empresario Omar Chaves, relacionados con la estación radiofónica Radio María, fueron el móvil de este homicidio.
¿Qué pasó? La investigación:

Los hechos ocurrieron a pocos metros de la casa del periodista, en San Miguel de Santo Domingo, en la provincia de Heredia. Inicialmente los agentes de la Delegación Regional de Heredia fueron quienes comenzaron con la investigación y a ellos se unió un mes después un grupo de investigadores de la Sección de Homicidios, del Departamento de Investigaciones Criminales.
Según el investigador ya jubilado Jairo Mora Fonseca, quien en ese momento laboraba para la Sección de Homicidios, al inicio no tenían grandes informaciones o evidencias que pudieran indicarles cuál había sido el móvil y quiénes eran las personas sospechosas.

Por una información confidencial de una persona que vio el homicidio, determinaron que uno de los posibles sospechosos era el nicaragüense Luis Alberto Aguirre Jaime, alias “El Indio” a quien las autoridades judiciales conocían por delitos como el robo agravado en la zona de Guápiles y otras zonas del país.
Así mismo, mediante informantes, lograron vincular como posibles sospechosos a otros sujetos con alias como Gigantón y Vaquero, quienes también tenían antecedentes por el mismo delito en la zona mencionada.
“No lográbamos relacionar a estos sujetos con la víctima, porque ellos eran ampones de baja monta…”, manifestó Mora, quien comentó que paralelamente a determinar quiénes eran los sospechosos, estudiaron la victimología de Medina, para ver qué intensión podría haber mediado en este hecho.
Durante la investigación ingresaron 2682 informaciones, aseguró Mora “…y de esas informaciones se verificaron una a una…pero de todos los datos sólo uno fue bueno, que ingresó en octubre (de 2001), creo que el día 2 (de octubre) …”.
Ese día detuvieron a varios sujetos, entre ellos El Indio, Vaquero y otros dos, que fallecieron tiempo después. Portaban en el vehículo en el que viajaban de Guápiles a San José un arma AK 47, otra arma punto 38 y muchas municiones para dichos artefactos. Fueron detenidos por portación ilegal de armas.

Así mismo, los investigadores contactaron otros informantes quienes los llevaron hasta Omar Chaves, como principal sospechoso, autor intelectual del homicidio de Medina. Según Mora, todo se relacionaba con el programa de radio La Patada, donde Medina había iniciado una serie de programas de denuncia sobre las irregularidades relacionadas con Radio María y los entonces sospechosos. Chaves habría los contactos pertinentes para que cometieran el homicidio.
Con diferentes métodos de investigación lograron la prueba suficiente para llevar a los entonces sospechosos hasta el proceso judicial.
Mora aseguró que incluso alias El Indio habría llegado a contar en un bar en Guápiles sobre lo acontecido.

Luego del juicio, y con los testimonios y evidencia suficiente, el Tribunal de Juicio de Heredia condenó al empresario Omar Chaves a 35 años de prisión como autor intelectual del homicidio de Medina y 12 por estafa en relación con el cierre de Radio María. A alias “El Indio” a 30 años por el homicidio, ya que fue el gatillero. En el caso del sacerdote Minor Calvo, fue sentenciado solamente a 15 años de prisión por estafa en relación contra los feligreses seguidores de Radio María.