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Carlos Luis Rodríguez Muñoz
Un hombre dedicado a su trabajo
“Caracterizado como un investigador minucioso y paciente”
La Nación, 13 de junio de 1976
Por: Mónica Chavarría Bianchini
mchavarriabi@poder-judicial.go.cr
“Vamos a echar el casete para atrás, porque ya han corrido muchos años, recuerdo esa noche, ¡claro! yo como reportero de Radio Periódicos Reloj, andábamos casualmente en una redada en San José centro con el señor Ministro de Seguridad Pública en esa época, don Mario Charpentier Gamboa y el oficial mayor el coronel Francisco Tacsan, cuando a través del equipo móvil avisan a 01, la clave del señor ministro, que había ocurrido un x4 en la Guaria, inmediatamente nos trasladamos al sitio…” recordó el periodista Calos Alberto Jiménez Guillen, sentado en una de las bancas de la entrada del edificio del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Él se refería a la noche del sábado 12 de junio de 1976, en la cual murió el Capitán Carlos Luis Rodríguez Muñoz, quien se desempeñaba como el jefe de homicidios del OIJ, y primer oficial caído en el cumplimiento de su deber, a la edad de 48 años, y con veintisiete años de servicio.
En una nota publicada en el periódico La Nación, un día después de los hechos, se refirieren a Rodríguez como una persona de una rectitud absoluta y que nunca prometió nada que no pudiese cumplir. Mientras que el periodista Jiménez lo describió así “Era un policía nato, autodidacta, con un gran olfato… era un perro sabueso…”
Él, en ese entonces Jefe de Homicidios del OIJ, junto con varios agentes judiciales y un juez de apellido Quirós llegaron hasta una vivienda situada en el barrio La Guaria de Moravia, donde pocas horas antes había muerto su dueño, un hombre de nacionalidad holandesa de unos 50 años de edad, su nombre Hubert Thomas Sprobedel.
El extranjero había colocado en su casa “trampas” luego de quejarse de varios asaltos ocurridos en seis meses que llevaba viviendo ahí. Al parecer, el hombre había advertido que él arreglaría el asunto y que quien entrara violentamente a su vivienda, moriría. Sin embargo, esa advertencia fue más bien una sentencia de su propia muerte.
Vecinos de la zona, relataron que en las noches escuchaban en la casa de Thomas Sprobedel, que alguien trabajaba con seguetas y herramientas, pero no tenían ni idea de lo que el hombre hacia.
El día 11 de junio de 1976, al ser las 10:25 p.m., esos vecinos dieron aviso a las autoridades de haber escuchado una fuerte explosión en esa vivienda, y dijeron que al asomarse, ya que la puerta estaba abierta, vieron el cuerpo del hombre en el suelo, rodeado de sangre.
El primero en llegar al lugar fue un patrullero de apellido Alfaro, poco después llegaron los oficiales de investigación del OIJ, quienes al principio no tenían claro el hecho y especularon que se trataba de un homicidio, no obstante luego de revisar la casa y la escena determinaron que una de las trampas que él mismo había puesto fue la que le quitó la vida.
El periodista de La Nación, del cual no quedó registrado su nombre, describió en su nota la trampa que mató al extranjero de la siguiente manera: “consiste en dos trozos de tubo de cañería, de tres cuartos de pulgada de diámetro, cerrados por un lado con un tapón exterior con rosca y con un agujero en el centro, dentro de éste estaba colocado un cartucho de escopeta con perdigones de grueso calibre. A través del orificio perforado en el tapón podía pasar un pequeño pin, el cual accionaban fuertes resortes conectados a alambres finos y fuertes que habían sido conectados de tal manera que si una persona tropezaba con ellos, liberaba el mecanismo…. Los tubos, dos en cada trampa, actuaban como una escopeta…”
Además, relató cómo las autoridades presumieron que Sprobedel olvidó que una de sus trampas estaba activaba y que apuntaba a su cuerpo, por lo que la puso en funcionamiento.
“La vivienda estaba repleta de trampas similares…”
Cuando los oficiales inspeccionaron el sitio, se dieron cuenta de que habían más trampas distribuidas por toda la vivienda, ubicadas en diferentes lugares, inclusive, el Ministro de Seguridad Pública de ese momento, Mario Charpentier, quien estaba presente en dicha inspección, también se le activo una de las trampas y una bala le pasó cerca pero salió ileso.
Luego de varias horas encontraron una lista de armas que supuestamente estaban en la casa, razón por la cual Carlos Luis Rodríguez insistió que debían de quedarse y buscarlas todas.
“Últimos segundos”
Así continuó uno de los subtítulos, en el cual describe la muerte de Rodríguez, a eso de la dos de la madrugada, “…vio una cómoda y al abrir una de las gavetas activó la trampa, luego de la detonación cayó al suelo con varias heridas en el tórax…”.
Sus compañeros, lo trasladaron de inmediato en un carro de radio patrullas al Hospital Calderón Guardia, pero poco antes de ingresar al centro médico lo declararon fallecido.
“Cuando llegamos fuimos advertidos de que no entráramos, porque se había comprobado de que la casa tenía casabobos o trampas, después de mucho rato y de que sacaran a Carlos Luis, pudimos hacer un recorrido por la casa y el lugar, recuerdo ese armario… lo que quedó de la gaveta despedazada…” recordó Jiménez Guillen.
“El Capitán Rodríguez gozada de un gran aprecio, cariño y reconocimiento a esa entrega a su trabajo entre sus compañeros, a pesar de que era hermético, casi no hablaba”, finalizó el periodista.